Enero 2011 Martes 25

Publicado en por Ibel

 

 

 

Su nombre es Acracia Su nombre es Acracia

 

 

 

 

Heredamos de nuestros padres los rasgos físicos, color de piel, ojos, altura...también atributos psicológicos, temperamento, carácter...y a veces,  no somos del todo conscientes de que nos parecemos a nuestros progenitores en la forma de reaccionar frente a similares situaciones vividas en nuestra niñez.

 

Yo aprendí de mi madre a reaccionar con rabia contenida y frialdad al siguiente diálogo:

 

Alguien se acerca a ella y pregunta:

 

"¿Cual es su nombre?"

 

y mi madre, educadísima,responde:

 

"Acracia"

 

"mmm...." dice el otro..."¿Gracia?"

 

"No, Acracia". insiste ella, sin alterarse.

 

"¿Engracia?" pregunta tozudo el adversario.

 

"No, Acracia"  vuelve a contestar mi madre, sin apenas inmutarse.

 

Llegados a este punto, el personaje en cuestión ya no sabe qué decir y exclama con risa boba:

 

"¡Qué nombre mas raro!"

 

Ella no solía contestar a este necio comentario.

 

Más tarde se desahogaba conmigo:

"Es increíble... ¡cómo es la gente!"

 

Supongo que si ella se hubiera llamado Floripondia (pongamos por ejemplo), su oponente se hubiera a limitado a pensar "Vaya nombre" sin llegar a expresarlo en voz alta.

 

Mi abuelo fué así de original.

"¿Qué nombre vamos a ponerle a la niña?"

 

preguntó el cura en el momento del bautizo

 

"Acracia"

 

contestó él con ese deje imperturbable que años mas tarde heredó mi madre y que ahora me pertenece.

 

Por supuesto, en esa época era inconcebible poner ese tipo de nombres.

Especialmente "ese" ya que proviene del Griego α- κράτος  ácrata, sinónimo de anarquista y eso no hacia demasiada... gracia.

 

Así que mi madre tuvo que soportar llevar en su carné de identidad un pusilánime y vulgar "Mª Gracia" hasta que por fin se abrió la veda y se permitió a todo bicho viviente llamarse el nombre que le diera la gana.

 

Ella reclamó el suyo, el de siempre, el de toda su vida:

Acracia.

 

Mi madre apareció en un número de la revista "Muy Interesante"

 

Un artículo de dicha publicación hacía referencia a nombres propios inusuales y según un estudio realizado por los responsables de la revista, en España, existía una persona llamada Acracia. Era mi madre.

 

Mi madre, original como la que más, insustituible e irrepetible.

 

Ella inventó el título de una sardana inexistente porque rivalizaba con una amiga a ver cual de las dos conocía mas títulos de este baile típico de Cataluña.

Años mas tarde, yo, compuse esa sardana, para que realmente existiera.

 

Mi madre, original como la que más, coleccionista de frases oportunas, que en ocasiones suelta impasible a su interlocutor.

Como ese día que esperaba pacientemente delante de la puerta de un servicio público y una señora, bufando le preguntó:  "

¿está esperando?"

y ella respondió, seca, impertérrita:

"no señora, yo formo parte de la decoración"

 

Mi madre, que acostumbraba a ser original hasta con las infracciones de tráfico, cuando circulando en dirección contraria me decía:

"No se si voy bien por aquí...aah si! debo ir bien porque una moto, detrás, va en mi misma dirección"

y esa moto resultaba ser el policía que llevaba persiguiéndola un buen rato.

 

Mi madre, original, como su nombre, se llama Acracia y cuando de niña me preguntaban:

 

"¿Como se llama tu madre?"

yo levantaba el mentón con orgullo y desafiante, contestaba: "Acracia" meticulosamente, deletreando el nombre por si acaso, no fuera que me viera envuelta yo también en un inevitable interrogatorio.

 

Ayer, mi hijo Oscar, de 9 años, presentó una redacción en clase de Lengua Castellana.

Tema: "Qué has hecho durante la Navidad".

 

Él escribió con su letra desordenada un montón de frases típicas:

 

"...he jugado con todos los juguetes que me han traído los Reyes. He hecho cagar al Tió. He ido a comer escudella a casa de mi yaya Acracia"

 

Cual ha sido mi sorpresa al observar la redacción corregida por la maestra y en el lugar donde brilla el nombre de mi madre había un gran tachón rojo, y debajo, escrito con grafía pulcra, un rimbombante "Gracia" por lo cual deduzco que la profesora ha considerado un error el nombre de mi progenitora.

 

Lo primero que he hecho es decirle a mi hijo, (para que vaya aprendiendo a reaccionar de la manera adecuada):

 

"Tu abuela se llama Acracia, no Gracia, ni Engracia ni Maria Gracia.  Dile a tu profesora que es ella la que se ha equivocado, no tú".

 

Lo segundo que he hecho es llamar a mi madre y explicarle la anécdota.

Ella, desde el otro lado del teléfono ha soltado su impertérrito "¡Es increíble! ¡Cómo es la gente!"

 

Un compañero de clase de mi hijo, Mustafá, escribió en su redacción que había pasado la Navidad en casa de su abuela Durriyyah  ¿habrá, la maestra,  sopesado ese nombre como un error ortográfico también?

 

Lo más probable es que se haya limitado a pensar "Vaya nombre" sin llegar a expresarlo en voz alta, o en este caso: en bolígrafo rojo y con una mala nota.

 

 

IBEL

 


Etiquetado en Buenos dias Comunidad

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